Faro de Orchilla
Lo más hermoso de esta inmersión resultó estar fuera del agua. Toda la zona del Faro y la absoluta calma que se respira en ella.
Lo más hermoso de esta inmersión resultó estar fuera del agua. Toda la zona del Faro y la absoluta calma que se respira en ella.
Tras un corto descanso en el barco después de nuestra inmersión en el Barco Chino nos tocaba explorar por nuestra cuenta. Paco nos seguiría desde arriba.
Según nos cuentan, un barco Japonés encalló en esta zona hace un tiempo y como a todos los orientales aquí les llamamos «chinos» pues la inmersión no podía tener otro nombre: El Barco Chino. Que nadie busque ningún tipo de pecio pues no hay ni rastro, ni nunca lo hubo, pues el barco, después de ser expoliado, según dicen las malas lenguas, luego fue remolcado para su reparación.
Llevábamos tiempo con ganas de hacernos una nocturna y conociendo la fama que tienen las nocturnas del muelle de La Restinga, pues no hizo falta mucho, hicimos nuestras averiguaciones y Paco nos terminó de aclarar el itinerario a seguir. El itinerario no sirvió de nada. Al momento de bajar ya estábamos perdidos. Esto de meterse en medio de la más absoluta oscuridad con la poca experiencia que teníamos sólo podía resultar en una cosa: perdernos una y otra vez.
Tras haber hecho la inmersión del Pirulí y ya que estábamos lejos de la Restinga descansamos un poquito y Paco nos animó para que nos hiciéramos una caribeña (Brasileña a mí me gusta llamarlas) que se trata de echarse al agua y, a explorar… Paco se quedaría en la barca fumando y esperando la boya de descompresión que, por cierto, nunca llegamos a necesitar.
Hoy tocaría el Pirulí, que quedaba lejos de resultar una inmersión «chupada» como podía dejar entrever su nombre. Se trata de un peñón en medio de un arenal con base a veintipico metros en su cara oeste y más de sesenta en su lado contrario. Afortunadamente el banco que jureles que queríamos visitar se encontraba en una gruta con gran entrada vertical en su lado más llano.
Pero qué bonito es El Bajón. El día anterior habíamos hecho la parte norte de los dos picos que conforman esta bella inmersión así que hoy queríamos hacer el pico sur y como el mar seguía aun como un plato, descansamos una horita de nuestra anterior excursión a El Río para eliminar un poquitín de nitrógeno y al agua.
Empezamos esta segunda jornada de inmersiones en La Restiga practicando el famoso «lanzamiento de aleta» en el que me llevé la medalla de oro.
«El Cañón» no toma su nombre porque se divise algún arma de gran calibre sino por la orografía de su fondo.
Como buceador canario interesado por todos los puntos de inmersión que hay en nuestra zona he oído muchísimo hablar de esta inmersión catalogada como de las mejores de España. Pues bien, reconozco que por mucho que me contasen no estaba preparado para todo lo que iba a ver.
Han sido 9 días de absoluta felicidad así que antes de nada: Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, Adrián por esa invitación a bucear en «tu isla» que, con permiso, también hice mía. Todo el que ha buceado aquí sabe que El Hierro es garantía de buenas inmersiones, mucha vida submarina y espléndidos paisajes tanto en el mar como en tierra, pero… cuando uno viaja con un «Bimbache» como Adrián, oriundo de La Restinga, descubre lo más importante y auténtico de esta isla; a sus gentes.
Ya sólo nos quedan un par de días para nuestro viaje a El Hierro donde vamos a intentar rellenar un poco más nuestro catálogo de especies y de inmersiones. Mi intención hoy era hacer dos inmersiones sucesivas; una un poco profunda y otra de mantenimiento y así ir preparando el cuerpo para la paliza de nitrógeno a la que tenemos intención de someter.