Cuando recibí la amable invitación que cursó Mosiés a través de Juan por el Whats-App mi única respuesta fu: «Sí, a qué hora?»; y es que hacía mucho tiempo que no visitaba el túnel de Garachico, un tubo volcánico submarino de unos 80m de longitud con una imponente entrada y una estrechísima salida en forma de sifón. Normalmente, lo más bello de este túnel no se encuentra dentro sino en sus alrededores donde se ven varias cuevas y enormes formaciones de disyunción columnar de basalto que nos recuerdan a las estampas de Los órganos de La Gomera o a las magníficas fotos de Francis Pérez en el trabajo que publicó sobre «La Rapadura» a mediados del 2012 en el National Geographic. Como quería «imitar a los grandes» dejé la cúpula y el angular montados en la cámara con ganas de poder fotografiar alguna de las citas formaciones en columna. Ya llevaba un poco de nitrógeno «acumulado» de la inmersión de la mañana así que no podría pegarme al fondo todo lo que me hubiera gustado.
Fondeamos un poco lejos de la entrada, afortunadamente para mí, pues en el recorrido pude hacer las tan deseadas tomas. Quería hacer las fotos con alguna submarinista al fondo, preferiblemente rubia y con traje amarillo y como ni Moisés ni Juan encajaban en el perfil, pues habrá que regresar para repetirlas: ohhhhhh….
Esta vez, lo mejor de la inmesión se encontraba dentro del túnel, a la mitad del recorrido, durmiendo, o haciendo que dormía. De repente nos encontramos con una inmensa «tortilla de papas» oh no, perdón, un pedazo de chucho como nunca había visto antes en tamaño (y ya he visto algunos). Le hice 3 fotos pero al ver que Moisés y Juan seguían de largo, pues como que eso de quedarme solo en una cueva con semejante bestia, no me apetecía, así que proseguí. En el camino pudimos ver muchas brotas revoloteando por la cueva. Yo no me di cuenta, pero Juan y Moisés iban ya con cierta mosca de que el chucho no se despertara y nos topáramos los 4 en la parte más angosta del túnel; en ese caso, él tendría preferencia.
Avanzamos hasta el final y en vez de salir por el sifón, le pedí a Juan dar la vuelta para poder hacerle una fotos iluminando al chucho con la linterna. De estas fotos sí he quedado bastante contentos, espero que les gusten!!! Como verán al final, el animalito se despertó pero pasó de «los turistas» se alejó con la natural elegancia que suelen mostrar siempre estos animales.
Una vez en la embarcación, Moisés no dio una vueltita por el Roque y «pal muelle». Ya en el muelle intenté seguir imitando a los grandes y me puse a hacerles unas fotos a unas carabelas portuguesas que nadaban por ahí (advierto: el muelle está plagado de ellas) pero eses ni las publico por vergüenza de los mal que salieron.
UNA ULTIMA NOTA: A todos los que fueron invitados y no vinieron… qué pena! Se lo hubiesen pasado genial…