Lugar: El Río, El Hierro
Fecha: 13/02/2011
Profundidad Máxima: 23m
Hora de entrada: 10:00
Duración: 55min
Temperatura: 20ºC
Compañeros: Adrián, Paco y Sacha
Empezamos esta segunda jornada de inmersiones en La Restiga practicando el famoso «lanzamiento de aleta» en el que me llevé la medalla de oro. Les cuento: dada mi alta propensión al mareo en barco, me equipé echando leches y tras ponerme la botella los plomos y las aletas, hinché el chaleco, sujeté las gafas y… de espaldas al agua. Adrián enseguida se percató que faltaba un de sus aletas que había salido disparada en tiro parabólico impulsado por las mías al tirarme al agua. Gracias a Dios, había poca profundidad pues esto nos ocurre en el bajón y la perdemos de por vida. Miré hacia abajo y la vi hundirse así que bajé enseguida a por ella para cojerla. Ya con la aleta en mi poder me giré para dársela a Adrián quien había bajado ya a monopropulsión (a una aleta). Con todo lo acontecido no me percaté hasta unos minutos más tarde que tampoco había cogido el ordenador por lo que me empecé a repetirme «calma, calma, calma y a revisar bien todo la próxima vez…». Hoy pude aprender lo tremendamente incómodo que resulta ir sin ordenador una vez te has acostumbrado así que tocaría guiarnos por el de Adrián para esta inmersión y la sucesiva que le seguiría un poco más tarde.
Bueno, sigamos buceando. Una vez hecho inventario de los mini-desastres acontecidos comenzamos a concentrarnos en el disfrute de la inmersión que se mostró repleta de vida desde el primer instante pues nos visitó un fugaz pejeperro acompañado de su amigo «trompetista» que huyeron nada más vernos.
Paco quería llevarnos a una cuevita que tenía controlada con un mero y unas langostas así que le seguimos de cerca. Antes de llegar, Adrián se encontró una morena Picopato de considerables dimensiones, pero como hoy tocaba ir a meros, no nos dijo nada y siguió adelante. Al llegar a la cuevita, el mero había salido y las langostas estaban en lo más profundo por lo que me fue imposible retratarlas.
Siguiendo más adelante, nos topamos con un murión en su estación de servicio con su lady acicalándolo y un poco más allá, EUREKA… nuestra primera morena de lunares «Gymnothorax miliaris». Era chiquitita pero había que fotografiarla pues esos bichos no los encontramos en Tenerife. El resto de la inmersión discurrió tranquila topándonos con un murión grandecito y algún abade curioso pero como todo en la vida, lo mejor apareció cuando ya estábamos en reserva. Vimos otra hermosísima «miliaris» y esta vez era mayor de edad por lo que podríamos abusar de ella, fotográficamente hablando, claro está. Paco ya había subido hacía un rato y nos había hecho señas de que siguiéramos en una dirección aproximada pues él nos controlaría desde la barca así que pudimos apurar un poco más la botella pues la morenita no estaba muy profunda y la barca estaba prácticamente encima nuestro. Le tiré entre 20 y 30 fotos de las que salieron 3 o 4 medio decentes. Aquí les dejo un par.