Lugar: Teno, Buenavista
Fecha: 9/1/2011
Profundidad Máxima: 13,9m
Hora de entrada: 10:29
Duración: 65min
Temperatura: 21ºC
Compañeros: Adrián, Juan y Sacha
Se ve que el invierno le sienta muy bien a nuestro rinconcito de Teno. La tarde anterior habíamos detectado una cuevita con un pulpo y sus huevas pero como andábamos un tanto escasos de aire hoy nos apetecía regresar para terminarle el «book» que le habíamos dejado pendiente.
Nada más desinflar el chaleco, nos esperaba un banco de bicudas. El azul precioso como suele ser en Teno los días soleados como el que nos tocó en esta ocasión. Enfilamos bordeando la costa pues quería enseñarle a Adrián una cuevita que me descubrió Yeray este verano. Suele estar absolutamente infestada de camarón pero se ve que solo en verano pues la cuevita nos la encontramos «cerrada por vacaciones». Los que sí estaban, como siempre fieles a la tradición, eran los roncadores, esta vez escoltados por algunos juleres que nadaban por encima del banco. Entre las rocas del fondo divisamos a la «picopato» que posó para el SIB-SUB 2010, enorme a la vez que grácil y elegante con su peculiar marca sobre su ojo derecho.
Con una inequívoca señal, el compañero Juan nos indicó que tocaban las huevas del pulpito del día anterior así que nos pusimos a dar aleta hacia su morada. He puesto una foto para que puedan ver la obra de albañilería que había montado nuestro pulpo para proteger la entrada. Y hacía bien, pues había una cabrilla negra por fuera con unas ganas locas de colarse en la cueva para darse un festín. Con delicadeza retiramos algunas de las piedras para poder tomar algunas fotos, luego volvimos a tapiar la entrada pues se había corrido la voz y se llenó el portal de pejeverdes y viejas, supongo que todos a por el mismo manjar. Tan entusiasmada estaba la cabrilla que no se movió de la entrada en ningún momento ni siquiera ante el blandir de nuestro cuchillo. O era muy muy valerosa o tenía mucha hambre, es más al final hasta se dejó acariciar por la siempre suave mano de Adrián, el «Don Juan de las Cabrillas».
Dejamos la morada del pulpo y enfilamos hacia la cueva del tamboril quien nos esperaba, esta vez menos tímido y más presto a posar para algunas fotos. Una pena que este fotógrafo no viera una picopato que posaba según, nos contó Juan, frente al tamboril, aunque gracias a la abundante vida de esta zona de la isla sí pudimos fotografiar una tercera picopato que estaba a escasos metros de la cueva.
Como siempre, la media botella nos marcó retirada que resultó tranquila pues la corriente era escasa.
Un día de invierno con sol, mucha vida bajo el agua y el «Queque» de mi Chary esperándonos fuera. ¡¡Qué más se le puede pedir a la vida!!