Ya me habían contado sobre las excelencias de esta inmersión en Puerto de la Cruz así que llevaba todo el invierno, la primavera y parte del verano diciéndole a Manolo que «me tenía que llevar, me tenía que llevar, me tenía que llevar…». En cuanto el club fondeó la zodiac en el muelle, era sólo cuestión de tiempo poder cuadrar un día para ir a visitar esos arcos de los que tan bien me había hablado. Y no cuadramos un día sino dos. Me gustó tanto tanto la primera visita el sábado, que nada más salir llamé a Juan y a Adrián para que también se apuntaran el domingo; no se arrepentirían.
El sábado la prioridad era visitar las gorgonias amarillas a poco más de 20m de pofundidad. Nunca había visto ninguna y de repente, me encontré con 4 súper gorgonias de un amarillo vívido con todos sus pólipos desplegados a la corriente; espectacular!!!. Al regreso de las amarillas, Manolo me paseó por los arcos de la Catedral donde me topé con una ladera completamente tapizada por cientos de gorgonias rojas. Imagínense mi cara de pasmado pues solo las había visto en Punta Prieta donde apenas hay media docena. Tomé unas fotitos pero ya a casi 40m hubo que replegar rápidamente para ir al cabo a cumplir con la deco. Al día siguiente tocaría regresar otra vez al mismo sitio para hacer un par de foto más.
Recomiendo enérgicamente a todo el que lea este blog visitar La Catedral de Puerto de la Cruz, no sólo porque sea de mi pueblo, sino porque verdaderamente es una inmersión que bien merece la pena. No sólo veremos inmensos arcos de piedra y gorgonias y coral, sino que además hay muchísima vida y muy acostumbrada a las visitas de submarinistas por que resulta muy fácil fotografiarla. Los muriones salían al completo de sus huecos, una abade siempre curioso junto a nosotros, una burrera repleta bajo los arcos, los gallos mordisqueándome la cúpula (y el dedo de Ruth), y un cardumen de sargos que se empeñaba en salir en todas las fotos no se separó de nosotros ni un instante.
Vengan, vengan, vengan!!!