Lugar: El Bajón, El Hierro
Fecha: 12/02/2011
Profundidad Máxima: 23,4m
Hora de entrada: 10:19
Duración: 45min
Temperatura: 20ºC
Compañeros: Adrián, Paco y Sacha
La noche anterior había sido… digamos que intensa pues, Adrián, Cacho y Juanmi me demostraron que todo el que busca un poco de marcha en El Hierro siempre la encuentra; tan sólo hay que ponerse.
Ya habíamos apalabrado las inmersiones con Paco, del Centro de Buceo «Meridiano 0» quien, tras cumplir con los estrictos e imprescindibles formulismos legales, nos enseñó el centro para luego preparar los equipos y montarlos en el coche rumbo al pantalán. Paco que es «perro viejo» se percató enseguida de nuestra manía de no cargar plomos así que, como no, siguiendo la tradición tuvimos que volver para atrás a por ellos. Suerte que no habíamos salido de puerto y que todo en La Restinga está siempre muy muy cerquita.
¿A dónde vamos? -preguntó Paco.
¡Al Bajón! -sin dudar respondió Adrián.
¿Seguro que quieren empezar con el Bajón? -volvió a preguntar Paco.
¿Está bueno? Por que si está bueno y no hay mucha corriente, sin dudarlo: Al Bajón!! -respondí.
Escogimos una semana negra para hacer inmersiones en Canarias. Se declaró alerta naranja, hubo varias desgracias en las costas canarias y Salvamento Marítimo tuvo mucho mucho trabajo pero, excepcionalmente, en La Restinga siempre reinó absoluta calma y nos encontramos un mar echado y ausencia de viento como pocas veces se puede ver, sobretodo en meses de invierno. El tiempo estaba con nosotros así que haríamos El Bajón sí o sí!
Como buceador canario interesado por todos los puntos de inmersión que hay en nuestra zona he oído muchísimo hablar de esta inmersión catalogada como de las mejores de España. Pues bien, reconozco que por mucho que me contasen no estaba preparado para todo lo que iba a ver. El Bajón es, como dirían en centroamérica «Pura Vida». Nada más bajar, y sin darme tiempo a preparar el equipo de fotos nos esperaba un inmenso banco de chopas y gallos nadando lentamente a uno de los lados. Pero qué hermoso era contemplar aquella constelación de siluetas negras en el azul de la isla de los Bimbaches (pequeña licencia poética; prometo no abusar de ellas). Por supuesto no tengo ninguna foto de este momento pues me quedé perplejo y preferí disfrutarlo antes que capturarlo para ustedes. Nota aclaratoria: en verdad estaba un poco nervioso, no conocía la inmersión, me habían dicho que el fondo estaba a muchos muchos metros de profundidad, que solía haber corriente y por inexperiencia no supe aprovechar el momento con la cámara pues me concentré en el buceo para que todo fuera como tiene que ir; sin incidentes.
Una vez sobre el Bajón nos esperaba un mero que descansaba sobre un lecho de algas pardas, creo que lobóforas (que alguien me lo confirme, please…). Muy al contrario de lo que estoy acostumbrado a ver en en Tenerife, el mero ni se inmutaba ante nuestra presencia así que preparé la cámara y a sacarle todos los primeros planos que pudiera. Al poco comprobé que era un mero juguetón pues Paco se puso a jugar con él sujetando el octopus y moviéndolo para que el bicho lo siguiera con la mirada. No paré de disparar, pero había que seguir rodeando el Bajó así que nos pusimos a recorrerlo por su cara oeste donde vimos un gallo oceánico poniendo huevas en una de las grietas. El gallo estaba a lo suyo y ni se percató de que estámabos justo detrás de él, es más, nos cansamos de esperar así que lo dejamos poniendo. Por cierto… a la hembra del gallo oceánico se le llamará gallina de los mares?
Tras cruzarnos con un super-mero en la pared norte del Bajón que nadaba rumbo al gallo para ver qué carajo estaba haciendo en aquella grieta (los meros son muy muy curiosos), comenzamos a regresar por la cara oeste donde encontramos otra larguísima grieta horizontal, ésta repleta de morenas y muriones. Adrián me señalaba con su linterna nueva diciendo -¿cuál quieres fotografiar? ¿esta? ¿esta? ¿esta?¿ esta?… La verdad es que nunca me había visto en semejante situación, no sabía por dónde empezar así que me armé de paciencia y empecé a dedicarle medio minutito a cada una. Estábamos a 23m y aún no sabía cuánto restaba hasta llegar a la boya así que intenté no demorarme demasiado.
Terminada la pared llegamos al cráter del Bajón. He publicado una foto, no porque saliese bonita sino porque es quizá el punto más reconocible de este volcán submarino y había que demostrar que, ¡por fin había estado ahí!
Subiendo hasta la boya volvimos a ver el espectáculo de chopas y gallos y esta vez sí acerté a tomar alguna foto. Salí del agua pletórico, el bajón me había contagiado con su abundante vida. Luego volvimos a puerto para descansar un poquito pues en breve saldríamos a hacer una sucesiva en «El Cañón» y había que recuperar fuerzas.